Autor: José Rivero
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Campanada Patriota. Así empieza hoy 20 de agosto de 2025. La campanada suena despertando al mexicano de su aletargado sueño con la tristemente llamada cuarta transformación. Fuimos engañados por un puñado de rufianes que a punto estuvo de despojarnos de patria, honor y sustento. Pero la campanada retumba hasta en los huesos los cuales retoman los rifles de los independentistas y se lanzan a la última defensa del país. La banda de rufianes sale en desbandada buscando un temporal escondite para evitar la justicia. Se evitó por fin el perverso engaño.
Autor: Ervey Cuéllar
Comentario:
Otra vez violencia en los estadios. Eso anunciaron los medios de comunicación en el partido de América contra Tigres, cuando varios aficionados se agarraron a golpes, patadas y manotazos seguramente acalorados por la ingesta del alcohol. Estos aficionados, ya están sujetos a responsabilidades penales aunque los medios anunciaron que no había gente lesionados cuando evidentemente vimos en las noticias que agarraron a golpes a un asistente que tal vez no era aficionado Tigre, pero, ¿qué pasa con el establecimiento que si ton y sin son? vende bebidas alcohólicas sin tener al menos instrumentos que midan el estado de ebriedad del consumidor, y sin medir las consecuencias que la ingesta del alcohol causa durante el desarrollo del partido, ¿qué acaso el establecimiento no tiene responsabilidad en estos eventos? o la Ley de Prevención y Combate al Abuso del Alcohol se aplica ¿a unos sí y a otros no? sería bueno que de una vez por todas se dejara de vender bebidas alcohólicas en los estadios para evitar males peores como los que acabamos de vivir y hemos vivido hace años, que creo ya se nos olvidó. Qué lástima que los estadios se conviertan en las cantinas más grandes de la ciudad y del mundo, que al menos no tengan ni la mínima preocupación de establecer mecanismos que prevengan violencia entre la fanaticada. ¿Deben ser sancionados y aplicarles la ley como corresponde o no?
Autor: Ernesto Piñeyro-Piñeyro
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"Con Ojos y Oídos de Niño de 84 Años... Clamando en el Desierto". ¡Yo Soy Envidioso, Muy Envidioso! En muchas ocasiones he dicho que el peor, el más grave y dañino de los Siete Pecados Capitales, es la Envidia. Te destruye por dentro y por fuera, te carcome como el cáncer y la gangrena, te llena de pus, te avejenta, te pones verde o amarillo. (Je, je, je). Toda mi vida, hasta hace cinco años, me sentí a gusto y contento, con mi horrible apariencia física, mi constitución corporal obesa, mi limitada y famélica inteligencia, con mis nombres y apellidos, mi familia toda. En fin, estaba feliz con lo que yo era y me había sido otorgado gratuitamente por el Altísimo, la Naturaleza y la genética familiar heredada de mis padres y abuelos. Daba gracias a mis progenitores, por haberse cuidado ellos mismos, cuando nos gestaron, sin incurrir en vicios, abusos y maltratos a sus cuerpos. Además, por el extremo cuidado en las prácticas de crianza con todos nosotros, pues de los diez hermanos que fuimos, todos nos "Logramos". Como decían las viejas, las comadres y las comadronas de entonces al ver la "Escalerita" familiar. Pues tuvimos largos períodos de salud física y emocional, hasta que, hace poco, se detuvo el reloj vital de cuatro de ellos. Los seis varones destacamos en los deportes que practicábamos y en la escuela éramos estudiantes de mérito variable, pero siempre arriba del promedio. Don Ramiro, el tendero del barrio, de Escobedo y Espinoza, me decía que mi hermano gemelo y yo, caminábamos con paso de "Laboreros". Expresión que no entendí, hasta que fui a Atongo y vi un campesino caminar rápido, al paso, detrás de la yunta, que labraba afanosamente la tierra. Iba más veloz que el paso redoblado militar, siguiendo el andar de los animales uncidos y acicateados. ¡Paso de Laborero, sí señor! Con eso, deseo enfatizar mi agilidad perdida, como atleta de pista y campo que fui en mi bella adolescencia. Lanzaba jabalina, disco y corría los 100 y 200 metros planos, siempre en un tercero o cuarto lugar, pero que agregaban puntos al equipo de la Prepa Uno, del Colegio Civil y de la UNL. (1957-1959). Yo juraba y perjuraba que la envidia jamás se metería en mi alma, no fue así, ¡Me venció! Ahora, cada vez que salgo de mi casa, me toca enfrentarme a jovencitas y a chavos pre y post adolescentes, que caminan con una ligereza angelical, con pasos largos, que parecen no tocar el suelo. Los veo subir escaleras de tres en tres escalones y bajarlos de dos en dos, sin temor a fallar o perder el equilibrio. Abordan y descienden del pésimo, horrible y desvencijado transporte urbano, (¡Gracias Samuelito!), con la gracia de los trapecistas acróbatas, sin red de protección, plenamente seguros de sus habilidades cinestésicas. Para los viejos, eso es una posible sentencia de muerte o pródromo de un accidente catastrófico incapacitante. A eso agregamos la belleza física extraordinaria que poseen. Cabellos abundantes, sedosos y sanos, con pieles tersas, de anuncio de televisión y musculaturas elásticas, dientes perfectos y blanquísimos, ojos brillantes y gestos de alegre satisfacción. Las chicas distribuyendo a su paso y alrededor, los inocentes aromas florales mezcla de nardos y hormonas, que brotan de sus bellísimos cuerpos. Aún entre los menos favorecidos económicamente, observé este fenómeno. Me han asaltado y vencido, la anosmia, la ageusia, la presbicia, la hipoacusia, la sarcopenia brutal y su infame compañera, la osteopenia, las parestesias y polineuritis. ¡Todo un catálogo de deficiencias! En mi vejez me describo así; "¡Juventud, tesoro divino, te fuiste y no volverás! ¡A veces, sin quererlo, río o lloro, y a veces, queriéndolo, río y lloro más!" (Reinterpretación mía del poema de "Canción de otoño en primavera" del poeta Rubén Darío). Me confieso públicamente y lo acepto, me volví envidioso con la raza joven. Nota mala: A los alcaldes del área metropolitana de Monterrey, adviertan, por favor, pongan multas, usen grúas o inmovilizadores con los carros de los picudos y las picudas, que ocupan los lugares designados para los incapacitados. Aunque estén en los estacionamientos de los supermercados. Estos no disfrutan de extraterritorialidad. Dentro y fuera de esos lugares, se aplican y son vigentes las leyes y el Reglamento de Tránsito, ¿O no? Chinches güeyes.
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