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Autor: José Rivero

Comentario:

1/ Perdidos. La Sociedad regiomontana considera como principal problema la violencia imperante, sin embargo, hacemos muy poco o nada por poner remedio. La verdad nos podemos cuidar cada uno teniendo miedo o respeto a la noche, alejarnos de vicios, frecuentar buenas compañías y trasladarnos por avenidas tranquilas. Todo eso ayuda, pero no resuelve. Por su parte el gobierno no propone nada. Los rondines con granaderas no provocan miedo a la delincuencia y el mismo consejo estatal de seguridad anda perdido. ¿Quién podrá defendernos? ¿El Chapulín? Le corresponde a la sociedad civil organizada convocar a un consejo de expertos que se reúnan permanentemente semana a semana y encuentren rumbo y acciones a seguir. ¿Quién empieza? 2/ La razón del corazón. ¿Qué es más importante, la razón o el corazón? ¿Cuál de los dos, manda? La verdad no importa, aunque yo creo que manda el corazón tomando en cuenta la información que reúne la razón. Caminamos sin remedio hacia el desenlace final, hacia lo oscuro y lo hacemos acumulando emociones más que acciones, así decimos que vivimos acumulando emociones, sobre todo una: amor. Nos afanamos, unos poco, otros mucho de ‘pintar un cuadro’ de nuestra vida propia y ese cuadro nos lo llevamos a lo incierto. El cuadro de nuestra vida incluye un largo listado de personajes: cónyuge y demás familiares, amigos con los que compartimos relaciones y lo que manda y merece es: serví a los demás o fui servido. “Se la diference”.

3/ Que llueva, que llueva,

la virgen de la cueva

Los pajaritos cantan,

las nubes se levantan

Que sí, que no,

que caiga un chaparrón

con azúcar y turrón.

Que siga lloviendo,

los pájaros corriendo

Florezca la pradera,

al sol de primavera

Que sí, que no,

que caiga un caparrón

Con azúcar y turrón.

Y que rompan los cristales

de la estación.

Que llueva, que llueva,

la virgen de la cueva

Los pajaritos cantan,

las nubes se levantan

Que sí, que no,

que caiga un chaparrón

con agua y con jabón,

arriba del colchón

Y que no me moje yo.

Canciones populares para niños Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Autor: Ernesto Piñeyro-Piñeyro

Comentario:

"Con Ojos y Oídos de Niño... de 80 Años". No Hay Enemigo Pequeño. (Ni viejos). No Busques Pleitos Innecesarios, ni Enciendas Fuegos que no Puedas Apagar. A lo largo de mi vida, estos consejos, especialmente el primero, "No hay enemigos pequeños", me los han repetido varias personas, desde mis hermanos mayores, hasta viejos villistas que me apreciaban. También me advirtieron, que, en un pleito, los riatazos van y vienen. Siempre los he recordado y agradecido, pues me impidieron meterme en problemas graves y propios de la edad, que otros amigos, no visualizaron a tiempo. Agregadle a estos, el hecho de que, en tu vida, siempre habrá enemigos disparándote desde la obscuridad, y nunca sabrás quienes son o por qué lo hicieron. El ejemplo más famoso en la historia humana, es el de David y Goliat, que, con una simple piedra, se escabechó al acromegálico filisteo. Dicen que David es el santo patrono de los artilleros antiaéreos. Je, je, je. Convencido de la bondad e importancia de estas moralejas, toda mi vida le saqué la vuelta a situaciones de futuro incierto, especialmente las que implicaban violencia. De este modo, he llegado a los 80 años, con el pellejo casi intacto y con pocos rasguños. Para afirmar lo de los enemigos pequeños, narraré una historia verídica, de mi pueblito fronterizo. Teníamos un amigo o conocido, no sé cuál de las dos cosas era, pues en la juventud, aceptas a muchas personas que te buscan, por razones ignotas y desconocidas. Le decíamos la Changa. Flaco de toda flacura, insignificante de apariencia, pechi hundido, zambo de piernas, en sus brazos descarnados, se veían más venas saltadas que músculos. Tenía este chavo, esqueleto de pajarito chilero, es decir, huesitos delgados. En una de las principales plazas del pueblo, por las tardes-noches, se reunía la juventud los domingos a platicar y a relacionarse con el sexo opuesto. En una de las bancas, estaban dos chicos México americanos, que nadie conocía, con actitud de perdona vidas. Comentaban que acababan de completar su entrenamiento básico con la Navy o los Marines, no recuerdo cuál de los 2 cuerpos militares gringos. De una manera ostentosa, decían y manifestaban que podían pelear con cualquiera y derrotarlo con sus avezadas técnicas de defensa personal, aprendidas en el servicio. Se había formado un pequeño círculo de escuchas, interesados en sus pláticas. De repente, la Changa le quitó la cuartelera a uno de los chavos, la tiró al piso y brincó sobre ella. Todos nos reímos, pero no teníamos idea de lo que vendría después. Los dos chavitos pochos, se abalanzaron sobre la changa, pero éste, de una manera sorpresiva, sacó de entre sus ropas un picahielo y como un relámpago, les hundió el arma hasta el mango, cuatro o cinco veces en el vientre. Pasó algo muy curioso, que después comentamos los que habíamos presenciado estos hechos. Por uno o dos segundos, todo pareció detenerse en el tiempo y espacio, como congelándose. Después, los chavos caían lentamente al piso, la changa corría alejándose y todos los demás hacíamos lo mismo, como en una acción concertada de fuga y huida, en cámara lenta. Las chicas, horrorizadas, gritaban y de repente la plaza quedó vacía, sepulcralmente silenciosa, con dos personas heridas en el piso. Algunos nos reagrupamos a dos o tres cuadras de distancia, a comentar lo sucedido, pero por varias semanas, no regresamos al punto. Esto me convenció definitivamente, de que, en la vida, no hay enemigo pequeño. Es una advertencia para los fanfarrones, busca pleitos y pica buches de barriada, de pachuquitos pendencieros como Fernández Noroña y otros. Recuérdenlo, en un pleito, no desestimes ni a los viejos, ellos llevan las de ganar, por el puro colmillo nejo. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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