Autor: Ernesto Piñeyro-Piñeyro
Comentario:
"Con Ojos y Oídos de Niño de 84 Años... Clamando en el Desierto". ((1)). Un Triunfo Romano Imperial para Aldo de Nigris. ¡Ave, ave Aldo! ¡Ritorna Vincitor! Nuevo Belisario. Gracias mil, por el gozo sin medida que insuflas a nuestros tristes corazones. Sin tus éxitos, no somos nada. Gracias corifeos idiotas, por enterarnos de la grandeza de Aldo, que no dudo, compartirá con la Güendi, pareja deseada por todos, envidiada universalmente, imitada por los nacos, pero nunca igualada. ¡Gracias Dios mío! Los Vidiotas te veneran como a un héroe invencible, digno de ser imitado, por esta y las generaciones siguientes, para que la gloria de tus éxitos no se olvide. Aldo, el Triunfo Romano es una joya ritual hecha a tu medida. Una ceremonia civil y religiosa de la Antigua Roma que convertía al general victorioso, en casi divinidad por unos días, coronado de laurel y envuelto en la toga picta, púrpura y bordada en oro. Desfilando por las calles de Roma, en un carro tirado por cuatro caballos, seguido por su ejército sin armas. Los prisioneros y el botín de guerra, le seguían atrás, mientras un genius alado lo sobre volaba como epíteto viviente. Se ofrecía especialmente a los que eran miembros de la nobleza que regresaban invictos, es decir, si haber perdido una sola batalla. Además de extender los límites territoriales de Roma. Culminaba en el templo de Júpiter, (Palacio de Gobierno o Gran Plaza), donde ofrecía sacrificios y mostraba las pruebas de su victoria. (Y se le entregará un bastón de mando en forma de palo de golf). Pero lo más fascinante es el juego simbólico: su rostro pintado de rojo, imitando al dios Júpiter, y detrás de él, un esclavo susurrándole “Memento mori”, recordándole que, pese a la gloria, seguía siendo mortal. Es un ejemplo de “lapsus misericordioso” Una exaltación que incluye su propia crítica, una apoteosis que no olvida la humildad. Igualado solamente por la señora que se atrevió, sin pudor alguno a pasearse por las calles del centro de Monterrey, encaramada grotescamente en un sillón gigante, cual silla gestatoria papal, montada en una plataforma de carga. ¡Dios mío, protégenos de tantos locos desatados! ¿Uno de los Oficios Divinos de la República simbólica de los medios de comunicación actuales? ¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Televisa, TV Azteca y sus Vidiotas! ((2)). ¡No Más Reinas! ¿Quién dice que en México no hay reinas, en el más puro estilo matriarcal y monárquico? Esta es una breve e incompleta lista, de las más renombradas y conocidas féminas de la vida nacional, sin orden de importancia: Claudia, Martita, doña Ester Zuno, Paloma Cordero, Carmen Romano, Sasha Montenegro, Rosa Luz Alegría, Eva Sámano, Margarita Zavala, la emperatriz Beatriz, Citlallota Hernández, Rosa María Alcalde y carnala. La Tigresa, Rocío Nahle, Ernestina Godoy, Margarita López Por pillo, Delfina Gómez Álvarez, Lenia -Boquita de Infierno- Batres y carnala, la chica Macedonio. Todas han ejercido el poder absoluto desde diferentes niveles de exposición mediática. Unas abiertamente y sin tapujos, "A la Moda Vieja". Otras, como cuervos detrás del respaldo de la silla presidencial o como cotorras subidas a la cabecera del lecho imperial y una que hasta se dejó llamar patética y ridículamente la "No-primera Dama" del país. Pero que estuvo trepada como changa, en el lomo de su viejo, soplándole al oído muchas tarugadas y pejendejadas. Entre ellas, que se embroncara con medio mundo con pleitos históricos que residían en sus deshidratados cerebritos. Y eso que dicen que ella, ¡sabe mucho de historia! Recordaréis mis amados leyentes, las anécdotas que han circulado en el imaginario de la raza, acerca de la conducta de las damas presidenciales y "cuasi presidenciales", léase, Queridas. Que descarrilaron las vidas de personas, en su mayoría mujeres, que osaron atravesarse en sus caminos. Que, de manera fulminante, sin necesidad de permiso, consulta popular o aprobación, dieron ordenes perentorias, indiscutibles e irrevocables, para darles chicharrón a sus adversarias, imaginarias o no. Nota bene; Ambos artículos estaban programados para la quincena de vacaciones.
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